¿Pienso en comer porque tengo hambre, o tengo hambre porque pienso en comer?

domingo, noviembre 08, 2015

Comer es algo que interesa a todos.

Cualquier especie animal basa su supervivencia en la búsqueda y acopio de alimento, siendo ésta la tarea fundamental de su rutina sólo interrumpida por los períodos reproductivos o las horas de descanso.

Para los humanos que habitan en los países desarrollados, que tienen acceso libre a los alimentos (no entro en este artículo a exponer las crueles e injustas diferencias de acceso a los bienes alimenticios y de primera necesidad que se hallan restringidos a los privilegiados ciudadanos del primer mundo, pues ello derivaría en un texto de opinión sociopolítica que se extendería en demasía) no hay una limitación de ingesta o acumulación de alimentos establecida, más allá de la que personalmente cada individuo quiera mantener.


Esto, unido a la industrialización y globalización del mercado de alimentos, que genera grandes cantidades de producto de origen menos saludable (pescado, aves y carnes de crianza masiva en espacios reducidos y automatizados, desinfección de frutas y verduras con agentes químicos para asegurar la maduración del producto, utilización de componentes que aseguran la perdurabilidad, buen sabor y aspecto de los alimentos, etc.) han dado lugar a una sociedad donde la relación con la comida está absolutamente desnaturalizada.

Comer en sí mismo es un incentivo positivo, la sensación de placer que provoca la ingesta corre por los mismos circuitos cerebrales que el éxtasis sexual.

La naturaleza es sabia, dotó a los animales del goce de comer para asegurar que siempre estuvieran alimentados, que la búsqueda de alimento y la sensación de saciedad fuesen avales de la supervivencia.


El problema surge cuando no hay que esforzarse para acceder al alimento, según un informe de la Organización Mundial de la Salud OMS:
  • Desde 1980, la obesidad se ha más que doblado en todo el mundo.
  • En 2014, más de 1900 millones de adultos de 18 o más años tenían sobrepeso, de los cuales, más de 600 millones eran obesos.
  • En 2014, el 39% de las personas adultas de 18 o más años tenían sobrepeso, y el 13% eran obesas.
  • La mayoría de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad se cobran más vidas de personas que la insuficiencia ponderal.
  • En 2013, más de 42 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso.
Ante estos números, ha habido una intensa investigación sobre las causas psicológicas que determinan la sobreingesta (en otro artículo trataré sobre otro tipo de trastornos psicológicos relacionadas con la alimentación) y que dan lugar a la obesidad y enfermedades físicas correlacionadas.


La mayoría de las personas atribuye la sensación de hambre a un déficit energético, y contempla el hecho de comer como el medio por el cual los recursos energéticos vuelven a su nivel óptimo, es decir a su punto de ajuste energético, ésta premisa ha originado las denominadas Teorías del punto de ajuste, que se basan en desviaciones de los niveles de energía o glucosa del punto ideal del organismo, lo que provoca en el individuo la sensación de hambre y posterior ingesta para saciarlo.

Las teorías presentan varios puntos débiles:
  • En primer lugar, las teorías del punto de ajuste sobre el hambre y la ingesta no concuerdan con las presiones evolutivas básicas. El principal problema al que se enfrentaron nuestros ancestros fue la falta de regularidad y previsión del aporte de nutrientes. En consecuencia, para poder sobrevivir, les resultaba de vital importancia comer grandes cantidades de alimentos cuando podían: la supervivencia de cualquier especie de sangre caliente en condiciones naturales requiere de un sistema de hambre y de ingesta que prevenga el déficit de energía en el futuro, y no uno que se limite a responder ante éste en el momento que surja.
  • En segundo lugar, las principales predicciones de las teorías del punto de ajuste no se han confirmado: en torno al 30% de la población norteamericana presenta exceso significativo de depósitos de grasa en el momento de empezar a comer. Los esfuerzos por reducir la cantidad de alimento ingerido por medio del consumo no han dado resultado.
  • En tercer lugar, las teorías son deficientes porque no reconocen la gran influencia que ejercen sobre el hambre y sobre la ingesta de alimentos factores como el sabor, el aprendizaje y diversos factores sociales.
Entonces, ¿cómo explicar el sobrepeso y la tendencia actual a la sobreingesta si descartamos las teorías del punto de ajuste?

La teoría del incentivo positivo expone que el hecho que mueve a los humanos y otros animales a comer no es el déficit interno de energía, sino el placer anticipado de la comida (el placer anticipado de un comportamiento es lo que se conoce como valor de incentivo positivo).


Según la teoría del incentivo positivo, es la presencia de buena comida, o la perspectiva de la misma, lo que nos provoca hambre, y no el déficit de energía.

Según la teoría del incentivo positivo, el grado de hambre que se siente en cualquier momento del día depende de la interacción de todos los factores que influyen en el valor del incentivo positivo del comer. 

Estos factores incluyen: el sabor, lo que se ha aprendido acerca de los efectos de este alimento, el tiempo pasado desde la última vez que se comió, el tipo y cantidad de comida que contiene el estómago, que haya o no otras personas que coman al mismo tiempo, que los niveles de glucosa en sangre estén dentro de unos límites normales o no.

A diferencia de las teorías del punto de ajuste, esta teoría reconoce que muchos factores interaccionan para determinar el grado de hambre de un individuo en un momento dado, y sugiere que esta interacción tiene lugar por medio de la influencia de todos estos factores sobre el valor de incentivo positivo del comer. 

Y muchos os preguntaréis, ¿cómo explicamos entonces la sensación de hambre siempre a las mismas horas aproximadas del día, o ante acontecimientos posteriores a ejercicio físico o esfuerzos similares?

La respuesta la tiene Woods, que explica que la clave para entender el hambre está en observar que comer resulta estresante para el organismo:

Antes de una comida, las reservas energéticas del organismo se encuentran en un equilibrio homeostásico razonable. 

A medida que se come, se produce una incorporación de carburantes al torrente sanguíneo que provoca una alteración de la homeostasis. 

El organismo hace lo que puede para mantener la homeostasis, pues a la primera señal de que una persona va a comer en breve, el organismo entra en la fase cefálica y empieza a tomar medidas para suavizar el impacto de la entrada inmediata de substancias que alterarán la homeostasis por medio de la liberación de insulina en la sangre, lo que disminuye el nivel de glucosa en sangre (es como si el organismo adivinara que va a recibir una gran cantidad de nutrientes y baja de forma súbita los niveles de los que ya ha acumulado en sangre, para dejar entrar a los nuevos). 


El mensaje de Woods es que las sensaciones de hambre fuertes y desagradables que se experimentan a la hora de la comida no corresponden a gritos de necesidad del organismo, sino a las sensaciones que produce el cerebro al prepararse para la comida que ansiamos y que va a alterar nuestra homeostasis.

Diríamos por tanto, que tenemos hambre porque pensamos en comer, lo que explicaría los diversos trastornos de sobreingesta que adolecen a gran parte de la población hoy en día.

El hambre a la hora de comer está provocada por la expectativa de la comida y no por un déficit de energía.

Sin duda es valorable esta línea de investigación, que ha sido fructífera en experimentación y que ha dado luz a una de la áreas más escurridizas de entendimiento del comportamiento humano,

Comer cantidades excesivas, en demasiadas ocasiones a lo largo del día, el haber desarrollado una cultura sobrealimentada donde las raciones exceden con mucho las necesidad metabólicas de un ser humano medio (el tamaño grande de refresco de numerosos establecimientos de comida rápida tienen la misma cantidad de azúcares y calorías que la totalidad de la ingesta diaria recomendada) y la naturalización del sobrepeso y de la obesidad como factores incontrolables (el 98% de la obesidad es de tipo obesidad por cebamiento, sólo el 2% es explicada por enfermedades metabólicas o de otra índole) han dado lugar a una sociedad que se autoexcusa a la hora de entender y regular su propia cultura alimentaria, lo que deriva en un gravísimo problema médico y psicológico para millones de personas en todo el mundo.


Dejo un enlace que os dirigirá a la web de La Noche Temática, estupendo programa de La2 de TVE, donde analizan en profundidad este tema para aquellos que estén interesados.

Bibliografía: 





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