Psicología en la pareja y la familia
Siento que nada me llena, siento que ya no te amo.
viernes, septiembre 25, 2015
Cuando
abrí la puerta de la consulta para recibir a Marina, lo primero que me llamó la
atención fue su gesto angustiado: abrazaba su bolso con verdadero ahínco, como
si aquel complemento de su vestimenta pudiera defenderle de todos los
pensamientos que bullían en su cabeza.
Tras
tomarle los datos habituales, le hice la pregunta mágica:
- - ¿Por qué estás aquí, Marina?- Y un borbotón de lágrimas invadieron sus ojos, sin apenas dejarle contestar.
- - Me siento muy culpable, mucho. - Empezó a hablar mirándome tras el pañuelo.
"Hace tiempo que soy consciente de que
tengo todo aquello que siempre deseé, incluso más de lo que pude imaginar.
Tengo un trabajo que me permite vivir cómodamente y me gusta, tengo
amigos con los que conversar y disfrutar de mi ocio, tengo una pareja
comprensiva y respetuosa y con él he formado una familia, mis hijos son unos
niños sanos y alegres.
Pero cada mañana al despertar, siento un enorme vacío dentro de mí.
Antes, cuando empezó, intentaba no prestarle atención. Saltaba a otras
ideas, cosas prácticas de mi vida diaria: hacer la compra, los asuntos del
trabajo pendientes, visitar a una amiga y charlar.
De esa forma el vacío se
disipaba.
Después empezó a ser molesto, me sobrevenía esa sensación en mitad de
mis tareas cotidianas, se incrustaba en mi pecho mientras veía una película o
incluso mientras hacía el amor con mi pareja.
Empecé a sentirme ansiosa e inquieta, y empecé a cuestionarme todo lo
que me rodeaba.
Mi cabeza no paraba un momento de maquinar soluciones y causas, y
aquello me agotaba.
Llegué a la conclusión de que mi pareja era el problema, que ya no me
llenaba, que no aportaba nada nuevo y emocionante, que todo era un monótono
avanzar del tiempo sin finalidad clara.
Y ahora, tras meses de separación y crispación con mi entorno, me he
dado cuenta que quizá me he equivocado, que quizá no era ni él ni los demás ni
las cosas que me rodean los “culpables” de este vacío, si no yo misma."
Es muy frecuente encontrar narraciones de este tipo en la consulta
psicológica, sobre todo entre personas maduras con una vida construida y todas
las etapas vitales logradas (trabajo, círculo social, pareja, familia,
economía).
Los cuestionamientos filosóficos de el por qué de la existencia y de la finalidad de la misma son una constante en la historia de la humanidad, y en nuestros tiempos toman la forma de crisis de pareja, crisis personales, profesionales o; en casos más agudos, derivan en cuadros de ansiedad y depresión.
En el caso de Marina sus sentimientos habían derivado en una ruptura
de pareja que posteriormente fue resuelta, al no ser éste el foco del problema.
Es común que tras unos años de relación sentimental, cuando las costumbres
y rutinas son la tónica de la misma, y los niveles hormonales que producen el “enamoramiento”
apasionado y fantasioso han bajado a límites estables, se produzca una especie
de crisis emocional donde las dudas y replanteamientos sobre la validez de la
relación nos inquieten y atormenten, y es en esta fase cuando las infidelidades
y rupturas problemáticas se dan con mayor frecuencia.
Hemos de ser conscientes ante este tipo de emociones de las razones
que nos llevaron a emparejarnos con nuestro compañero, evaluar sus aptitudes,
lo que nos aporta a nivel personal y sentimental y la posibilidad de lograr un
proyecto común de forma conjunta.
No es buena idea optar por soluciones rápidas y poco meditadas, o
dejarse llevar por la tristeza de una mala fase.
Para abordar una crisis de este tipo lo más apropiado es un análisis
cuidado y medido, y si es necesario el soporte de un profesional, acudir a un
psicólogo en pareja.
Quizá programar actividades de ocio una vez a la semana, compartir
momentos de intimidad en casa de forma más regular, y sobre todo intentar
revivir o potenciar la actividad sexual de la pareja, fomentarán un clima de
mejora gradual que puede ayudar a enfocar la crisis de forma constructiva.
Suelo recomendar hacer un esfuerzo que en fases avanzadas de la relación se suele olvidar, y es salirse del rol que se ha adoptado en la pareja: intentar entablar una conversación con el otro fingiendo los primeros encuentros, cuando aún no se había creado una estructura de pareja y las personalidades eran libres para expresarse.
Es habitual encontrar parejas donde hay un desgaste por la inconsistencia de roles, cuando uno asume el "mando" y el otro acaba perdiendo autoconfianza al dejarse llevar en todos los aspectos vitales.
Conversar con calma y evitando los reproches, mantener el contacto visual y físico, o simplemente recostarse justos mientras se guarda silencio y se siente el otro cuerpo, pueden ser técnicas inmejorables para darse cuenta del sentimiento que tenemos hacia la persona que comparte nuestra vida.
Valorar lo que se ha logrado e intentar no autoanalizar en exceso las
circunstancias vitales nos ayudará a saborear de forma plena la vida.
Porque al final sólo tuvimos una oportunidad, sólo un molde y sólo un escenario.
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