infancia y adolescencia

Teoría del apego: ¡mi mamá me mima!

viernes, julio 03, 2015

En las últimas décadas se ha producido un auténtico giro en el modo de enfocar la paternidad y crianza de los hijos.

En las sociedades occidentales el desarrollo económico ha promovido un cambio estructural en la sociedad desde su misma base, el núcleo familiar.

El desarrollo exponencial de la tecnología, que ha llevado aparejado un avance científico, cultural, económico y social sin precedentes, ha tenido consecuencias innumerables, y entre ellas el concepto de paternidad y crianza no ha salido indemne.


Hace apenas 50 años en Europa la mayoría de la población no tenía acceso ni educacional ni farmacéutico a los métodos anticonceptivos, lo que daba lugar al tener un control mínimo de la natalidad y la mayoría eran familias numerosas donde los pequeños eran considerados mano de obra y apoyo logístico para el resto de la familia; sin cuestionar aquí los lazos emocionales entre padres, hijos y hermanos, pero si enfocando hacia la idea fundamental del artículo, que es el cambio en la forma de crianza de los seres humanos.

En la actualidad el protagonista indiscutible de la familia ha pasado a ser el niño, el hijo.

Se ha producido gran cantidad de investigación psicosocial y antropológica sobre los patrones familiares, en un intento de establecer unos parámetros de entendimiento que faciliten la crianza y consigan el desarrollo de individuos sanos psicológicamente.

Los padres de hoy en día se ven realmente condicionados por el afán de ser magníficos progenitores y criar hijos casi perfectos, aplicándose al máximo y poniendo a sus hijos en el centro de sus vidas.


Es difícil no caer en esta dinámica, no ceder ante la presión cultural que impone una devoción absoluta por nuestros descendientes y una exaltación constante de las emociones positivas que ha de generar la paternidad (olvidando que en la paternidad también, como en el resto de facetas del ser humano, se producen emociones como tristeza, ansiedad o frustración que no son incompatibles con ser un buen progenitor).

Lo cierto es que convertir a nuestro hijo en el centro de nuestro mundo no nos hace mejores padres.

Es más, no es saludable la búsqueda de la fórmula perfecta en la crianza, pues esto sólo produce frustración y malestar al chocar de frente con la realidad de la relación compleja e individual en cada núcleo familiar.

No hay un modelo perfecto para que nuestro hijo duerma, o coma, o aprenda a caminar o a hablar mejor o más saludablemente.

Debemos escuchar a nuestra naturaleza, dejar que la relación con el hijo surja y se establezca de forma bidireccional, entender que no hay perfección en el aprendizaje, ni padres o hijos perfectos, y que equivocarnos no supondrá un fracaso vital, sino una oportunidad de crecimiento conjunto.  


De la ingente investigación en esta área surgió la Teoría del Apego, publicada por John Bowlby (1907-1990) y desarrollada tras realizar un experimento en el que los bebés, acompañados de sus madres, permanecían en una habitación junto con ella y el experimentador; y en un momento dado su madre abandonaba la sala.

De la observación de las diferentes reacciones emocionales y comportamentales, se dedujeron cuatro tipos fundamentales de apego:

  • Apego seguro: Se da en el 65% de los bebés. Los bebés con este tipo de apego exploran de forma activa mientras están junto a la figura de apego, y pueden intranquilizarse visiblemente cuando los separan de ella. A menudo el bebé saluda a la figura de apego con afecto cuando regresa, y si está muy inquieto, tratará de entrar en contacto físico con ella. Estos bebés son sociables con extraños mientras la madre está presente.                                                                  
  • Apego resistente: Se da en un 10% de los bebés. Los bebés con este tipo de apego tratan de mantenerse cerca de la figura de apego y exploran muy poco mientras ella está presente. Se inquietan mucho cuando ésta se marcha, pero cuando regresa su reacción es ambivalente: permanece en su cercanía, pero pueden resistirse al contacto físico con ella mostrándose molestos por el abandono. Se muestran sumamente cautelosos con los extraños, aún en presencia de la figura de apego.                                                                                                       
  • Apego evasivo: Se da en un 20% de los bebés. Los bebés con este tipo de apego muestran poco malestar cuando son separados de la figura de apego y generalmente la rehúyen cuando regresa aunque ésta trate de ganar su atención. También son ambivalentes con los extraños, a veces sociabilizando sin problemas y en otras ocasiones ignorándolos.                                                                                                                                                                                                             
  • Apego desorganizado/desorientado: Se da entre un 5 y un 10% de los bebés. Es una combinación de los patrones de apego resistente y apego evasivo. El bebé puede mostrarse confuso permaneciendo inmóvil cuando la figura de apego regresa tras abandonar la habitación o acercarse para luego alejarse de forma abrupta a medida que la figura de apego se aproxima.
Es evidente la implicación a largo plazo del desarrollo de un tipo u otro de apego en la infancia, pues según la Teoría del Apego, las futuras relaciones interpersonales, creencias sociales y desarrollo emocional siguen una línea de continuidad con el apego mostrado en la infancia.
En el afán investigador, un científico en la década de los años 70, Harry Harlow,  decidió ir un paso más allá y proceder a la experimentación con monos, dando lugar a una serie de deducciones interesantes, desconcertantes y relevantes sobre el desarrollo de la socialización en animales.

En el vídeo adjunto podéis descubrir experimentos de Harlow y otros científicos, para aquellos que quieran conocer más sobre el tema.





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