¿Por qué siempre tropezamos con la misma piedra?

martes, enero 13, 2015

Estamos rodeados de personas que libran batallas cada día contra sus propios temores, problemas, frustaciones.
Nosotros mismos somos el reflejo de un gladiador incansable, ese alguien que cada mañana afronta las mismas rutinas sin desfallecer, encontrándose en la batalla nuevos enemigos a cada paso.

O no tan nuevos.

Si observamos atentamente y analizamos a los que nos rodean y a nosotros mismos, nuestras emociones, nuestros desengaños, nuestros miedos y nuestros fracasos, veremos un patrón bastante parecido e individualizado.


Es un refrán popular español aquel que dice "el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra"; y, absteniéndonos de análisis biológicos y evolucionistas, es cierto que los humanos tenemos una tendencia al comportamiento rutinario, derivado de algo tan fundamental como el pensamiento automatico.

Nuestro cerebro es un órgano permeable a los cambios.
Esta plasticidad neuronal, aventurada ya por el Dr. Ramón y Cajal “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”; conlleva la posibilidad de cambio en nuestros comportamientos a través del cambio en nuestros propios pensamientos.

Se sabe que las neuronas que más se conectan entre si forman "caminos sinápticos" que provocan cierta automatización de la respuesta.

Es decir, si ante un evento concreto, por ejemplo, una discusión con la pareja, siempre reaccionamos alterándonos y teniendo un estallido de ira, las conexiones cerebrales desencadenantes y consecuentes forman un camino cerebral que "aprendemos" y utiilzamos automáticamente cada vez que se de el mismo hecho desencadenante (la pelea con la pareja).

Si extrapolamos este ejemplo a nuestra vida real, nos daremos cuenta que hacemos muchas cosas, reaccionamos ante situaciones parecidas, siempre con respuestas idénticas o muy similares.

El cerebro, como todo nuestro organismo, está programado para ahorrar el máximo de energía posible, y los caminos sinápticos son una forma más de evitar pensar ante cada situación una forma de respuesta diferente, lo que constituiría un gasto energético insalvable.

Una vez que conocemos este proceso, en psicología de la conducta se trabaja con el paciente para modificar la raíz del comportamiento indeseable: si ante una circunstancia determinada reaccionamos de forma no apropiada, intentamos que aprenda un comportamiento alternativo adaptativo.

Por ejemplo, si un paciente que está pasando una época de ansiedad, cuando siente palpitaciones y un pico de angustia siempre se acuesta en su cama para relajarse lo que conlleva que durante largos períodos de tiempo no pueda hacer ninguna actividad; le daremos pautas para que cuando sienta la ansiedad, salga a la calle y dé un largo paseo activando áreas cerebrales de recompensa, y creando nuevos caminos de reacción que su cerebro aprenderá y aplicará en un futuro.

La terapia de conducta es una de las más frecuentemente utilizadas por los psicólogos actualmente debido a su elevada tasa de éxito y el mantenimiento a largo plazo de cambios positivos en la forma de vida del paciente.







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