Psicología en la pareja y la familia

El amor: la mejor bomba química del mundo.

viernes, noviembre 15, 2013

Con un poco de suerte, la mayoría de los que estáis leyendo estas líneas habréis sentido el arrebatamiento del amor en algún momento, ese sentimiento extraño e incontrolable que encharca la razón y pasa a convertir a otro ser humano, ajeno a nosotros hasta esos momentos, en una fuente de placer y felicidad comparable a cualquier droga.
No es de extrañar esta similitud, pues los circuitos cerebrales implicados en el enamoramiento romántico son los circuitos de recompensa del cerebro, aquellos que se activan al recibir una sustancia psicoactiva (un "chute" de amor).

En el proceso de enamoramiento participan la electricidad cerebral (descargas neuronales, nuestro cerebro es una máquina eléctrica) y la química (hormonas como la oxitocina, adrenalina, serotonina), que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida, alterando el comportamiento estable y ordenado de un cerebro en reposo emocional.



Cuando interactuamos con la persona amada nuestro organismo entra en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Pero además, este cambio en la actividad cerebral se mantiene durante un tiempo aproximado de 18 meses, en los que se encuentran cantidades más elevadas de feniletilamina, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas, que como estas últimas tienen efectos excitantes y adictivos en nosotros.
De ahí la típica "obsesión" del enamorado por su pareja en las primeras etapas de la relación, esa necesidad de contacto físico y de atención por parte del otro, y esa pasión desbordada que lleva a mantenerse cerca de la persona amada.

Es todo una síntesis de hormonas y neurotransmisores que literalmente "enferman" nuestro cerebro, creando un desajuste naturalmente positivo cuya única finalidad biológica es unirnos emocionalmente a una pareja sexual determinada y así asegurarnos la descendencia de ese individuo genéticamente compatible.
Porque el amor, a fin de cuentas, no deja de ser un mecanismo inteligente y maravilloso de la naturaleza para lograr el fin último de toda especie: la supervivencia.

Es por eso que todos tenemos ciertas afinidades o atracciones específicas, nos seducen unos individuos y no otros, y en la mayoría de las ocasiones no hay razones estéticas o intelectuales obvias que justifiquen nuestras preferencias.
Desde la biopsicología y la genética de la conducta, corrientes biológicas que explican el comportamiento humano, se han probado mediante numerosos experimentos las hipótesis que tratan de dar cuenta de por qué seleccionamos una pareja y no otra, y se ha llegado a la conclusión de que en la mayoría de los casos la diversidad genética del otro condiciona las preferencias sexuales, siendo más atractivos los individuos que aportarán más diferencias genéticas a nuestro propia constitución, y así la descendencia será más adaptable ante posibles crisis.

Todo es ciencia, a fin de cuentas.
Incluso algo tan poético como el amor.
Como en otras ocasiones, me mantengo fiel al estupendo programa Redes, que ha acercado la psicología al público y ha abierto muchos caminos de luz en el desconocimiento sobre nosotros mismos. Esta vez, un entretenido capítulo que profundiza en todo lo expuesto "La química del amor", os lo recomiendo:

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