Pages

viernes, septiembre 28, 2018

Microrrelatos IV: "Las orejas de mi amor"


No puedo dormir, intentando recordar la forma de tus orejas.
Han desaparecido de mi memoria como si nunca hubieran estado allí, como si nunca las hubiera observado, ni tocado, ni besado.
No recuerdo ni sus recovecos ni su color, ni la textura de sus esquinas.
Mis ojos están abiertos de par en par, forzando una imagen mental, intentando reconstruirte dentro de mis pupilas.
Pero se escapa, no hay forma de recuperar tus orejas.

Temo que vayas desapareciendo de mi memoria por partes, empezando por cosas pequeñas, un día las orejas, al siguiente tu nariz, al cabo de poco tu boca.
Que te disuelvas como un terrón de azúcar en mitad del océano, desdibujándose tus formas con cada hora que paso lejos de ti.
Pensaba que te retendría siempre, porque tu imagen, tu olor y tu sabor eran más certeros para mí de lo que es mi propia existencia, conocía mejor cada poro de tu barba que mi propio rostro.
Y sin embargo aquí estoy, debatiéndome a solas en nuestra cama (demasiado inmensa ya), recomponiendo tu recuerdo.

Es extraño el tiempo, y las cosas que ruedan sobre él.
Es raro vivir, asimilando lo que la vida supone: a veces todo, a ratos nada.
Y es aún más complicado escribirte, pero hoy no puedo dormir, tus orejas no me dejan descansar, y es buen momento (o el peor, quién sabe) para contarte cómo es esta vida ahora, sin ti.
Si algún día (dentro de muchos días o dentro de horas) desaparecieras totalmente de mi mente, seguirías en mí de alguna forma, como un latido paralelo al latido de mi corazón.

Como fuiste junto a mí, un paso extra en el compás de mi caminar, una mano enlazada haciendo ancho el paseo.
Intenté con todas mis fuerzas borrar cada sensación, pero habían arraigado demasiado profundo y no tuve paciencia para quemar cada brote que renacía al escuchar nuestra canción, al oler tu perfume, al ver un anuncio que detestabas.
Imagino que no soy fuerte, o puede que sea vaga sin más, pero no quise borrarte del todo.
Fumigar las emociones como una plaga dañina me pareció demasiado abusivo como colofón de lo que te quise.

Porque aún hoy, no estoy segura (¡aún hoy!) de si tú me quisiste en algún instante.
Entiendo que no me quisieras cada rato, como la madre ama a su hijo cada minuto del día, pero si esperaba (y aún deseo) que me quisieras lo suficiente para no haberme olvidado del todo aún.
Si yo estoy perdiéndote a retazos, con todo lo que te amé, ¿qué ha de quedar de mí en ti?
Puede que mi vestido negro de vuelo, o el verde de mis ojos bañados en cloro cuando salía de la piscina. O mis pies, o nada.
Seguramente nada.

Quería escribirte para decirte, antes de olvidarte, que nunca dejaré de amarte.



 Texto y fotografía: Cristina Martín.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comparte tu opinión sobre este tema!